Dentro de 15 días y por orden del Juzgado de Instrucción competente, se deberá liquidar definitivamente Spanair, aquella línea aérea a la que en 2009 la Generalitat de Catalunya decidió solucionar los problemas económicos por considerarla “estratégica” y que apenas tres años después quebró definitivamente, en enero de 2012.
La decisión del por entonces Molt Honorable José Montilla ha hecho, en las cuentas de la Generalitat, un roto de 200 millones de eurazos, perdidos y sin posibilidad de recuperación.
Dinero del público
Al Señor José Montilla, reconvertido en senador, nadie le va a pedir cuentas de esa decisión de invertir en un proyecto empresarial y político, que desde el principio se adivinaba irresponsable e imprudente. Si este señor hubiera decidido rescatar Spanair con dinero propio, seguro que habría renunciado al rescate. Con el dinero público (o sea dinero del público) los cargos políticos se meten en aventuras que nunca emprenderían a cuenta de su billetera personal.
¿Cuántos Montillas hay por ahí? Pues casi tantos como presidentes y expresidentes de comunidades autónomas, más algún ministro y ex ministro del Gobierno de España. Sin salirnos del sector, ahí están los aeropuertos de Lleida, Castellón, Murcia, Ciudad Real construidos en virtud de la visión estratégica de unos políticos que debían de estar ciegos, porque se pueden contar con los dedos de la mano los aviones que han operado en tan flamantes instalaciones.
La imagen de Galicia
Y volviendo a la actualidad: ¿Por qué debe la Xunta de Galicia contribuir al rescate de Pescanova? Es una empresa privada cuyos gestores engañaron al mercado y a sus bancos y, por tanto, carecen de cualquier legitimidad para que el presidente de la Xunta de Galicia utilice cuatro o cinco millones de dinero del público en salvar a accionistas y bancos.
Contra lo que dice el señor Nuñez Feijoo, en los problemas de Pescanova no está en juego la marca Galicia, ni la marca España, sino el dinero del contribuyente. Ninguna sociedad está a salvo de tropiezos empresariales, con y sin dolo…Pero el prestigio de esa sociedad no se juega en la ausencia de delitos ni contratiempos, sino en la capacidad de castigarlos.
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