De caso insólito cabe llamar al del rayo en los testículos. A primeros de Mayo de 2012 un hombre iba caminando por una avenidad de la ciudad de Tres Cantos, en Madrid (España), mientras había una tormenta. Un rayo le alcanzó, con la fortuna de que no le mató. Le entró por el escroto, la funda de los testículos, por así decirlo, donde le dejó la huella de una quemadura. El rayo recorrió una pierna de forma superficial y salió por el pie.
Fue transportado al Hospital de la Paz, en Madrid, donde fue sometido a revisiones médicas para ver si había lesiones de corazón o de cerebro. No las había. Puede decirse que ha vuelto a nacer. Porque generalmente las descargas de rayos suelen ser fulminantes. Miles de voltios que si descargan contra un cuerpo humano, pueden achicharrarlo en cuestión de segundos.
Lo asombroso es que cuando caminas por una ciudad durante una tormenta prácticamente descartas que te pueda fulminar un rayo. Hay edificios altos, algunos de ellos con pararrayos. Hay árboles también elevados. Cabe suponer que sean esos pararrayos o esos árboles donde el rayo descargue su potencial. Pero ya se ve que no, que es impredecible.
Podría servir para un argumento de película de ciencia ficción, en el sentido de que ahora, ese hombre, después de sufrir la descarga del rayo en sus testículos, quedó dotado de poderes sexuales extraordinarios. O que sus espermatozoides se convierten en seres mutantes autónomos que van por ahí haciendo de las suyas, como en la película “El espermatozoide preñador”.
No hay datos sobre si sintió dolor o no. Porque con lo que duele una patada en los testículos, lo más alto en la escala del dolor, según algunos, que te atize un rayo puede ser la pera. Aunque la descarga eléctrica puede actuar como anestesiante, no lo sé.
MIENTRAS TANTO
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